Tuesday, April 10, 2012



Tristeza não tem fim
Les traigo un pedazo de un excelente artículo de Moisés Naím en El País de hoy, 10 de abril. El original está en http://internacional.elpais.com/internacional/2012/04/08/actualidad/1333852826_423774.html
Brasil es un vecino que cada vez tiene más peso en la política internacional y que ya ha superado a Reino Unido como la sexta economía más grande del mundo. Sin embargo, la insulsa agenda de la visita de la presidenta Dilma Rousseff a Washington esta semana puso en evidencia lo banal de una relación que debería ser fundamental y profunda. 
Hay varias razones detrás de la incapacidad de estos dos grandes países para llevarse mejor. Una es que el ascenso de Brasil en la última década coincidió con un periodo en el que Washington estaba muy ocupado en otras cosas: dos guerras y el hundimiento de su economía, por ejemplo. Pero esto no es nuevo. La desatención de Estados Unidos a Brasil, y a América Latina en general, ha sido crónica. En Washington, es más fácil encontrar expertos en Cuba o en Haití que en Brasil; el comercio de drogas, no el comercio brasileño, es lo que entusiasma a congresistas y diplomáticos.
Por otro lado, Brasil no es un socio fácil. Espera y exige el mismo respeto y consideración que Washington dispensa a las viejas potencias. ¿Por qué a David Cameron, el primer ministro británico, Obama le ofreció una pomposa cena de gala en la Casa Blanca y a Dilma Rousseff, solo un “almuerzo de trabajo”? ¿Por qué a Cameron lo llevó en su helicóptero a ver un muy público partido de baloncesto y a Dilma la lleva a una “reunión privada con empresarios”? En la diplomacia, los gestos y los símbolos revelan más que los discursos. 
A su vez, estas reacciones de los brasileños exasperan a los estadounidenses. Una funcionaria del Gobierno de EE UU me dijo: “Brasil se nos ha transformado en la Francia de América Latina. Su obstruccionismo en las negociaciones internacionales sobre clima, comercio o lo que sea está a menudo impulsado por su deseo de exhibir su poder. Cuando interfieren en nuestras iniciativas para detener el programa nuclear de Irán o impiden los acuerdos en otras negociaciones, lo hacen para obligarnos a prestarles atención. Y lo logran. Pero no se dan cuenta de que esto ha ido minando nuestra disposición a tratarlos como un aliado confiable. Tenemos que esperar que Brasil madure como potencia”.
Estas fallas de ambas partes se pueden y deben solventar. Mientras que las alianzas que tiene Estados Unidos con otras potencias emergentes son defensivas, equívocas e inestables, una alianza con Brasil puede estar sustentada en un fuerte y duradero proyecto conjunto de prosperidad y democracia. Lo único que lo impide es una historia de desencuentros que puede ser fácilmente superada por líderes que deseen hacerlo.

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