La post-pubertad de América Latina
Hoy por la
mañana vi una gran parte de la presentación de Dilma Rousseff, Juan Manuel
Santos y Barack Obama en la cumbre de Cartagena. El Presidente Santos, utilizando
con destreza la gran labia que caracteriza a los bogotanos bien educados, le
dio a su colega de Estados Unidos la buena nueva: Ya América Latina sabe
manejar y tiene carro propio; no necesita pedir permiso para salir, ni necesita
que alguien la lleven pa ningún lado. Las economías latinoamericanas están
creciendo más que las Europeas y que la de Estados Unidos; la clase media
latinoamericana compra directo a China en dólares sin pasar por la dependencia
del dólar; la inserción de Brasil, México, Argentina, Chile, Perú y Colombia a la economía
mundial están pasando rápidamente a otro nivel de compromiso comercial; el diseño
y ejecución de políticas públicas que reducen la desigualdad está finalmente entrando
a la agenda de los políticos tradicionales; finalmente estamos reconociendo que
una buena política social es preferible a un populismo macroeconómico; en fin, ya Latinoamérica puede vivir sola. Esta
declaración de emancipación mental es crucial para poder iniciar con seriedad un
diálogo sobre el narcotráfico y la violencia regional. Desafortunadamente la
sociedad gringa está pasando por un mal momento y no escucha nada que no sea
relacionado con la estupidez de su política social en tiempos electorales o con
el precio de la gasolina. A lo mejor si los presidentes de Brasil, México y
Colombia comienzan a discutir la legalización de las drogas la sociedad gringa
comience a discutir su demanda de las mismas. La cumbre, aunque muchos sean
escépticos, dejará su huella por el simple hecho de haber traído al tapete una
independencia de criterio con respecto al narcotráfico; un diálogo que va más
allá de la War on Drugs—una guerra
que no trae angustia a la clase media gringa porque los muertos son allá afuera.
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