Saturday, April 21, 2012


Cuando el sentido común se vuelve un bien de lujo, I

¿En qué estarán pensando algunos líderes políticos cuando hacen pendejadas que no tienen ni un tuquito de sentido común económico? Me refiero a aquellos que todavía insisten en controlar los precios de los productos normales de la canasta familiar. El problema principal de los controles de precios de las cosas de la casa es que solo sirven para aumentar las colas en los supermercados.  Un control de precio “normal” significa que el precio de venta de un producto se fija a un nivel bajo para así beneficiar a los consumidores. Este simple acto burocrático viola lo más básico de una transacción económica: el acuerdo entre el productor y el consumidor sobre lo que uno ofrece y el otro adquiere. Como resultado pasan tres cosas, a veces simultáneas: una reducción en la producción, la emergencia de un mercado ilegal y una reducción en el consumo del producto que ahora resulta escaso.  Los ejemplos abundan: la antigua Unión Soviética, que colapsó precisamente por este problema (el estado hace de cuenta que me paga y yo hago de cuenta que trabajo), Cuba, Corea del Norte y, ahora, Venezuela. Me dicen mis amigos Caraqueños que no hay leche, leche en polvo, pollo, papel higiénico o café. ¿Cómo? ¿En Venezuela? Yo estoy seguro que ninguno de los sabios—incluyendo a El Paciente de La Habana—que diseñaron el actual control de precios tiene NPI (ni puta idea) de cuanto cuesta producir lo que tratan de controlar, ni les hace falta estos productos a sus mujeres. Esto me da la idea que el mejor salvaguarda del sentido común económico es hacer que las esposas de estos genios de la economía planificada vayan a Petare a las 6 de la mañana a hacer cola para ver si consiguen pollo.

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