Armando Morales
Vi mujeres fugitivas de los Evangelios,
rocallosas y sin rostros, que se bañaban en templos inundados, selvas
enrarecidas por el olvido, suertes de tauromaquia petrificadas por el terror. Vi
la muy antigua y noble ciudad de Granada, la de Nicaragua, repartida a pedazos
en cuadros numerosos; calles sin rumbo, perros rupestres, un coche de
caballos sin control con el auriga muerto en el pescante, y su lago
temperamental con ínfulas oceánicas, su lago una vez y otra vez, su lago
inevitable, como un fantasma agazapado a la vuelta de cada esquina: su lago
siempre.
--Gabriel García Márquez
Cuando era
muchacho mis ínfulas de intelectual me llevaban a leer La Prensa Literaria, el suplemento cultural del periódico La
Prensa, el cual era lo único que teníamos en Granada para estar al tanto de lo
que pasaba fuera de la muralla conservadora que rodeaba a la ciudad. En esos
años Armando Morales ya era considerado como el mejor pintor nicaragüense, pero
yo, sin conocer ni siquiera Chinandega o Matagalpa, no tenía ni idea de lo
importante que él sería para mi apreciación de la pintura. Muchos años más
tarde, en 1995, el museo de arte de Duke University presentó una exhibición de
pintura nicaragüense, organizada por la entonces estudiante Sofía Lacayo, que
incluía varias pinturas de Amando Morales, entre ellas unas selvas amazónicas
enormes y unas escenas del muelle de Granada con barco amarrado (¿el Somoza, el
Ometepe, el Victoria?) y mujeres bañándose. Durante la inauguración de la exhibición
escuché por casualidad a uno de los profesores de arte hablar sobre el
simbolismo de la pintura lacustre y la posible relación que había entre la
imagen y la Odisea de Homero, con el canto de las sirenas, etc. Recuerdo que me
dio risa y un placer prohibido indescriptible oír las interpretaciones
académicas, pues el cuadro mostraba algo cotidiano; algo que yo veía todos los
días cuando era niño. Armando Morales nunca dejó a Granada y mientras más pasa
el tiempo más me doy cuenta que el puso en pintura lo que todos los Granadinos que
estamos fuera guardamos en la memoria.
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