Friday, October 9, 2009

Un Nobel de chiripa

Me encanta Obama. Me parece brillante, trabajador, visionario y con sentido de humor. Es excelente padre y marido, buen basktetbolista, y un gran estratega político. En política exterior es como aquellos galanes de pueblo que son maestros en decir cositas al oído. Las muchachas saben que son mentiritas, pero les gusta. El tipo hace un trabajo fino.

Hoy le dieron el premio Nobel de la Paz y él fue el más sorprendido; su honestidad intelectual salió a flote. Lo que no dijo es lo que probablemente pensó inmediatamente después de recibir la llamada: “Carajo, porqué yo, cuando los que realmente lo merecen son Daniel Ortega y Arnoldo Alemán.”

No se rían, pero Barack José tiene razón, pues Nicaragua siempre ha sido complicada en esto de la política. Las batallas por el partido, por el poder, por la plata o por joder, se vienen dando desde cuando uno de los genios de la política criolla nicaragüense decidió invitar a William Walker como consultor técnico para un trabajito que iba tomar solo unos días. Desde entoces los políticos nicas están convencidos de que la democracia es para los babosos; camarón que se duerme, cuchillo de palo.

Lo que también es cierto es que entre 1990 y 2009 Nicaragua ha vivido en paz. Se han quemado buses de vez en cuando, se han tomado carreteras de vez en cuando, y se han mentado la madre por radio de vez en cuando, pero no se ha llegado a una guerra civil ni a un ambiente de miedo que se sentía durante la década de los ’80. El premio Nobel por estos 20 años de calma se lo llevan los dos grandes estrategas del continuismo caudillista nicaragüense: Daniel y Arnoldo. Olvidémonos por el momento que ellos han logrado transformar las instituciones del país en meras extensiones de sus feudos; olvidémonos también que han utilizado la corrupción institucional para sacar del escenario político a todos aquellos que no fueran ellos dos. Olvidémonos que han mantenido al país en un estado de pobreza óptima—ni tanto como para provocar una rebelión, ni tan poco como para dejar de recibir una masiva ayuda externa. Solo debemos recordar que si no hubiera sido por ellos estaríamos enredados en los problemas casi insolubles de una democracia; y eso vale oro, o por lo menos 1.4 millones de tucos.

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