…y el poder absoluto corrompe
absolutamente.
El mesianismo es
una excusa, al igual que la inflada imagen de su patriotismo. Predican que su amor al pueblo los obliga a permanecer en el poder--queda tanto por hacer para llevar a la patria a la gloria que se merece. Para poder cumplir con su divina misión nombran a sus hijos como lugartenientes de confianza y solo se
enojan si la prole no esconde las plumas cuando se come una gallina robada. Su círculo de confianza los adula hasta aislarlos de la realidad, compensando ese servilismo con excesos consumistas y con el uso de los bienes del estado como bienes propios sin vergüenza alguna. Usan la ostentación y el
abuso del poder para tratar de mostrar que al final del día son miembros de la clase alta—acomplejados al fin, tratando de congraciarse con la oligarquía que
los desprecia. En solo una década se creen dinastía y se sorprenden al oír
reclamos de que tienen que bajarse de la silla. El uso cotidiano del poder absoluto los convence que tienen a Dios agarrado por los
güevos. En el fondo saben que al final
van a morir violentamente, pero prefieren pensar que lo bailado, aún si viene a
costa de la sangre de muchos, nadie se los quita.
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