Monday, October 3, 2011


Isabel de Obaldía


Hace 26 años que conozco a Isabel de Obaldía y todavía no cesa mi sorpresa al ver su arte. Isabel comenzó pintando cuadros grandes pero íntimos, en los que la figura masculina aparecía en trazos gruesos y en poses introspectivas. Los cuadros eran llenos de color, especialmente azul y rojo, con mucha vegetación y de un efecto incómodo en el espectador, pues tenían vida propia. Yo tenía una pintura de esas en mi casa y la tenía que ver todos los días para ver de qué humor amanecía.  Cuando Noriega estaba en su época represiva más fina, a mediados de los años ochenta, Isabel comenzó a pintar la rabia y frustración que sentía Panamá al ver el descaro de la dictadura. En esas pinturas salieron a lucir los diablitos Panameños en un delirium tremens colectivo en que el miedo, el susto y la tensión política tenían a la población en un ambiente constante de zozobra . En varias de sus pinturas de esa época los diablitos acompañaron a Noriega, de pie, arrancándole la cabeza a gallinas vivas, para demostrar su hombría y—en forma inconsciente—transmitir los mensajes lejanos de Changó a una tropa feroz que por su juventud confundían la disciplina militar con la lealtad a un tirano.

Una vez restablecida la democracia en Panamá Isabel comenzó a trabajar en vidrio. A mí, que admiraba fervientemente su pintura, me daba pánico que el nuevo medio no fuera tan efectivo y que no tuviera el mismo impacto emocional que la pintura, pero por suerte me había equivocado. Las esculturas de vidrio de Isabel tradujeron a un medio mágico toda la imaginación y asombro que antes reflejaba su pintura. Tiburones martillo, torsos tatuados, cocodrilos, monos—todo un bestiario contemporáneo enraizado en la sencillez maravillosa de las formas encontradas en la cerámica indígena—forman desde entonces, un repertorio visual y táctil que establecen a Isabel como una artista con un lenguaje muy especial y una originalidad plástica sin comparación.

El 25 de septiembre de 2011 el Museo de Arte de Fort Lauderdale (www.moafl.org) inauguró una retrospectiva de Isabel, en una muestra de sesenta esculturas de vidrio y once pinturas. Para su eterna fanaticada esta muestra es un reconocimiento tardío a una artista de nivel mundial. Bajo la comisaría de Mary-Ann Martin (www.mamfa.com), esta exhibición demuestra que cuando un artista tiene algo qué decir, el efecto transformativo que tiene sobre el medio que usa para decirlo cambia el medio para siempre. La asociación tradicional del vidrio con la decoración y con la superficialidad visual se va al trasto. El vidrio, bajo las manos de Isabel, se convierte en mensajero de amor, rabia, miedo, susto y humor.  

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