Friday, December 9, 2011


Lo mismo pero al revés

Acabo de pasar unos días en Managua, lleno de curiosidad para ver si el clima anímico de la población fue afectado por el triunfo electoral disfrazado de fraude innecesario. Además de hablar con la gente en la calle me la pasé observando—como quien dice, en el campanario y en la procesión. Lo que vi me dejó perplejo. Me di cuenta que cuando un país es pobre la energía de la gente de la calle se va en buscar la supervivencia y—vale decirlo—el sueño nicaragüense; una casita, paz y tranquilidad y un clima social de esperanza para los hijos. Vi una quieta resignación a la erosión de la institucionalidad y una falta total de fe en el sistema político y en la democracia. Una quieta aceptación de que los políticos son unos hijueputas y que con eso hay que vivir, tratando de aprovechar lo que hay y esperar que haya más trabajo en el futuro. Entre los muy pobres vi una racionalización clara del apoyo a Daniel—los subsidios a la comida, los bonos a los alumnos de secundaria, los programas de vivienda y la atención médica cubana poco a poco suman. No importa si la ayuda la da Venezuela, Cuba o Irán, lo que importa es que yo necesito esa ayuda porque tengo tres chavalos y trabajando de albañil no me da para todo. La esperanza la vi en el agradecimiento implícito que resulta de tener una elección sin violencia, un crecimiento bajo pero sostenido y una expectativa de que a lo mejor para mí no, pero para los chavalos las cosas serán mejor. Como quien dice, con que no nos jodan ya estamos mejor y si nos ayudan un poquito, pues más mejor. Todo esto me dejó perplejo, pues es difícil aceptar que ser pobre lo obliga a uno a negociar su ideología, pues la familia es lo primero. No debería de sorprenderme, pues lo más elemental de la teoría del bienestar en economía es la maximización de la satisfacción individual. Se me olvida que la democracia y la institucionalidad son políticas públicas y que asegurar el bienestar familiar es política privada. Cómo ligar una con la otra es algo muy difícil a corto plazo pero indispensable a largo plazo, pero como dijo John Maynard Keynes, a largo plazo ya estamos muertos. Jode reconocerlo.

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