Contento de hablar mierda
Perro Rico: Oye Perro Pobre, que vida tan buena llevas, andando libre por
ahí…
Perro Pobre: No jodas Perro Rico, de que te quejas, comida todos los días,
buen jardín, camita…
Perro Rico: Sí, pero no me dejan ladrar.
Una de las cosas
que más admiro de Estados Unidos es su libertad de expresión. A veces te
enfurece cuando cualquier güevón prominente dice una vaina que te eriza los
pelos, pero al final del día sabes que eso es mucho mejor que no poder decir
nada; mucho mejor que autocensurarse para que no te boten del trabajo, o no te
den el permiso de salida, o te nieguen el servicio. Ayer Wikileaks publicó un análisis
de una compañía de seguridad corporativa en las que citan a médicos rusos y
cubanos que aseguran que Esteban ya está listo; es cuestión de uno o dos años,
y que Nicolás Maduro ya está en la caja de bateo, listo para entrar de cuarto
bate en sustitución de ya sabemos quien. Ayer también supimos que el magnánimo Rafael
Correa perdonó a El Universal por la
osadía de hablar mal de él. Ya no tienen que pagar 42 millones de dólares por
herir el honor del Supremo. Ay, que muchacho tan sensible.
En Estados Unidos
un candidato a la presidencia (Santorum) puede decir que Obama es un snob porque quiere que todo el mundo
vaya a la universidad; o que Obama es un Nazi porque quiere erradicar la corrupción
del mercado de salud (Gingrich) o que Obama es el culpable del desastre de Irak
(Romney). En sociedades como la gringa uno puede decir su opinión y es el que
la escucha quien decide si la cree o no. No necesita del Presidente para
protegerle sus virginales oídos para no escuchar rumores que dicen que los
bonos de PDVSA son la mayor fuente de ingresos de banqueros allegados al Chavismo,
o que la familia del enfermo se ha enriquecido enormemente a costas del tráfico
de influencias y el uso descarado de los recursos estatales. Hay que proteger
al pueblo de sí mismo.
Cierto, a veces
me da rabia oír estupideces y más rabia cuando la gente las cree, pero al final
eso es mucho mejor que no oír nada y morir angustiado con la palabra adentro.
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