El enemigo de mi enemigo es mi
amigo
Mahmud
Ahmadinejad es un personaje que por su pequeña estatura es fácil de clasificar
como mesiánico a la manera de Napoleón. Y como Napoleón, Ahmadinejad no ha
tenido empachos en destruir a sus oponentes ni en hacer trampas que van en
contra de sus principios religiosos para seguir en el poder. Ideológicamente
Ahmadinejad es un nacionalista que utiliza la exageración y la retórica para
mantener a sus enemigos a la defensiva, pues siempre está diciendo alguna vaina
nueva que pone los pelos de punta a cualquier líder occidental, como el afirmar
que el holocausto judío nunca pasó, o que Israel tiene que desaparecer de la
faz de la tierra. En cierta forma Ahmadinejad es un espejo distante de Hugo
Chávez—a quien le encanta atizar el avispero solo para incomodar al embajador
gringo, sabiendo bien que la venta de petróleo al imperio tiene que continuar
para poder seguir saludando con sombrero ajeno. Tanto Ahmadinejad como Chávez
son unos jodedores que gozan del poder y saben abusarlo. Hoy estos dos
personajes van a Nicaragua a la inauguración de Daniel, otro personaje que a
costa de manipulación, fraude, soborno y coerción fue electo presidente de
Nicaragua. En circunstancias normales estos majes nunca se hubieran juntado ni
pa tomar un café, pero en el juego geopolítico saben que son compañeros de ruta
y que se unen por conveniencia solo para mostrar un frente único ante los
Estados Unidos. Por suerte en Nicaragua ya se sabe que a Daniel la ideología le
vale verga y que lo que cuenta es el poder y los dólares. Así que mientras Daniel
siga recibiendo plata de Hugo y Mahmud seguiremos viendo a estos amigos
improbables.
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