Una década no perdida, una
lección no aprendida
Desde hace un par
de meses he estado leyendo artículos en el New
York Times y en El País sobre el
crecimiento económico en América Latina, sobre las lecciones que Europa y USA
pueden aprender de Argentina, Brasil, Colombia, México y Perú y sobre el optimismo
regional para el 2012. Me parece que es alegría de burro. La razón principal
del boom Suramericano en medio de la
catástrofe financiera de USA y Europa es China. Este gigantesco cliente absorbe
toda la energía, materias primas y alimentos que produce América Latina,
creando una bonanza en el sector agropecuario que no se veía desde los años
sesenta. Ahora, de ahí a declarar que América Latina puede dar lecciones al
resto del mundo creo que hay un largo trecho. Si no hubo un colapso regional es
porque tenemos mercados financieros subdesarrollados, no porque estamos
exportando como locos. Es decir, no tuvimos burbuja financiera porque no
tenemos mercados financieros.
Para poder mantener
el crecimiento de la década pasada tenemos que pensar en dos cosas: (1) como
empezar a darle valor a las materias primas que ahora se exportan a China y (2)
prepararnos para cuando China baje su ritmo de crecimiento. En el primer caso tenemos que
pensar en mejorar la calidad de la educación—léase calidad de los maestros—y empezar
a invertir en investigación, ciencia y tecnología adaptada a nuestras
circunstancias. Esto nos permitirá una eventual industrialización del sector
agropecuario, aumentando así el valor de la mano de obra y ampliando la clase
media. Por ahora solo somos exportadores exitosos de productos en bruto, a los
cuales China y otros países industrializados les añaden valor y nos lo
devuelven como importaciones. En el segundo caso implica el desarrollo de los
mercados internos y mayor innovación en la producción nacional para poder
competir con Asia en otros mercados fuera de la región. Esto significa una
reestructuración de nuestras instituciones para que agilicen el funcionamiento
del mercado, incluyendo el fortalecimiento de los bienes públicos, especialmente
los derechos de propiedad (¿oíste Hugo?), la simplificación de trámites
comerciales y legales, y la publicación constante de información relevante a
los mercados de trabajo para que la mano de obra escoja programas de capacitación
más adecuados a la realidad laboral. La década pasada fue buena, pero no nos
hagamos ilusiones que—al igual que Chespirito—lo teníamos fríamente calculado.
This comment has been removed by a blog administrator.
ReplyDelete