Wednesday, March 14, 2012




O todos en la cama o todos en el piso

El periodista Adam Davidson, del New York times, publicó recientemente un artículo muy interesante sobre Daron Acemoglu, un economista tan brillante como desconocido. Acemoglu es como un dios para los economistas jóvenes que si no fueran economistas igualmente brillantes, serían, no sé, poetas cuantitativos o algo así. Acemoglu—nacido y criado en Turquía y profesor de MIT—escribió uno de los libros de economía más importantes de las últimas décadas: Porqué fallan las naciones (Why Nations Fail). Hasta hace poco el consenso de porqué habían naciones ricas y naciones pobres oscilaba entre varias teorías, como la de Adam Smith, que apoyaba la libertad de mercado—argumentando que las naciones que no dejaban funcionar al mercado terminaban en una mediocridad permanente, tal como pasó en la antigua Unión Soviética—la de Jeffrey Sachs, que argumenta que la geografía y los recursos naturales marcan el futuro económico de los países, o la de Francis Fukuyama (quién no es economista), que sustenta que la confianza es la llave del desarrollo—confianza en el estado, en sus instituciones y en el cumplimiento de la ley.  Acemoglu, por su parte, ha llegado a una conclusión un poco diferente: la llave del desarrollo está en la participación del individuo corriente en el progreso del país. Es decir, los países progresan en la medida que su crecimiento económico y social es capturado por todos, en contraste con países en donde una oligarquía—sea familiar, religiosa, étnica o militar—capture los frutos del crecimiento y genere una alta inequidad.

Esta idea, originalmente sugerida por Adam Smith pero ignorada por mucho tiempo, ha sido tomada en cuenta en pedazos. La ortodoxia económica de América Latina, por ejemplo, reconoce que los derechos de propiedad son la clave para la inversión. Ningún campesino va a invertir en tierra ajena o en lote sin título. Según Larry Summers, en la historia de la humanidad nadie ha lavado un carro alquilado. Pero la noción de que la ganancia atribuible a la mano de obra sea compartida entre el dueño de la empresa y sus empleados es algo que solamente se encuentra en las sociedades más avanzadas. Lo que Acemoglu dice es que para que haya crecimiento los ricos tienen que entender que la idea principal no es capturar la mayor parte la riqueza producida, sino compartir la riqueza en forma más equitativa para que la productividad suba y la producción sea mayor en el período siguiente. Noventa por ciento de cien dólares es mucho menos que treinta por ciento de mil dólares.

El periodista Davidson menciona el caso de campesinos Haitianos productores de mango. En Haití los mangos son producidos sin atención ninguna y sin planes de expansión entre los campesinos que los cosechan. La falta de crecimiento en la produccióon de mangos se explica por el simple hecho que los campesinos no tienen títulos de propiedad y, por consiguiente, no quieren invertir en algo que a lo mejor un Coronel o un político se los quita en cuanto vean la riqueza que se produce. No es cuestión de conocimiento o mercadeo; es cuestión de garantizar al campesino Haitiano la captura de la ganancia de su productividad.

Un ejemplo intersante de Davidson es el de Bagdad después de la caída de Saddam Hussein. Antes de la invasión Iraq tenía una economía totalmente regulada y controlada. Cuando botaron a Saddam el caos resultante en los mercados incluyó la creación de docenas de compañías de construcción; docenas de proveedores de Internet, de TV por satélite, de venta de cualquier cosa.  Sin embargo, el nuevo Gobierno, en colaboración con e3 ejército gringo, decidió traer orden al mercado y asignó contratos exclusivos de construcción y comunicaciones a unas pocas compañías conectadas políticamente y que ahora capturan las ganancias de estos dos inmensos sectores. Iraq es ahora uno de los países más corruptos del mundo y los pequeños empresarios volvieron a estar jodidos.

Las ideas compiladas por Acemoglu caben como anillo al dedo a países como Venezuela y Nicaragua. En Venezuela la cosa es esquizofrénica. El Chavismo ha sido bueno en ampliar el acceso a la salud y en aliviar la pobreza, pero ha sido terrible en hacer partícipe de la riqueza productiva a los pobres del país. La corrupción Chavista es legendaria, lo que garantiza que el progreso entre los pobres es alegría de burro. El alivio a la pobreza es totalmente transitorio, pues no está basado en productividad, sino en la repartición de un bien finito: el petróleo Venezolano. En cuanto el Gobierno llegue al punto de no poder aguantar fiscalmente la regaladera actual, se jodieron los pobres, pues no habrán fuentes de trabajo. En Nicaragua la situación es parecida pero en menor escala. El populismo fiscal de Daniel Ortega está ligado a la plata que le regala Chávez, pero no hay muchos indicios que los pobres están mejorando su productividad y participando de las ganancias empresariales. La desigualdad económica en Nicaragua—si uno se guía por los coeficientes de Gini en educación e ingreso—sigue campante.

Las ideas compiladas por Acemoglu deben ser muy tomadas en cuenta por los nuevos políticos de nuestros países. El mensaje que se deriva de Acemoglu es poderoso y hay que comenzar a comunicarlo. Eso es difícil, pero hay que empezar ahora, pues pa luego es tarde.

No comments:

Post a Comment

Note: Only a member of this blog may post a comment.