Managua
ciudad sin nombres
Wendy Álvarez
Hidalgo, El País, 20 de agosto 2012
La primera vez que la joven
estadounidense Michell aterrizó en el Aeropuerto Internacional
La Mercedes, ahora Augusto C. Sandino, hace 10 años, traía anotada en su agenda
una “extraña” dirección que leía así: “De los semáforos de La Tenderí, 75 varas
al lago”. Era la única referencia del hostal donde pernoctaría. No tenía ni el
nombre de una calle o el número del establecimiento.
Su sorpresa fue cuando salió de la
terminal aérea. Abordó un taxi y estando muy cerca del lugar donde le habían
indicado que se encontraba el hostal, el conductor daba vuelvas y vueltas por
la zona. "No encontraba el hostal, me decía: Será arriba o hacia abajo. No
entendía lo que me decía. Tardamos como 20 minutos buscando el hospedaje”,
recuerda Michell, una joven de piel tostada por el sol, cabellera voluminosa y
de contextura delgada. Más tarde descubriría que estaba en una de las pocas
ciudades en el mundo donde las calles no tienen nombres.
Uno pensará que esto es surrealista.
Puede que lo sea, pero así es Managua. En esta ciudad, con casi dos millones de
personas, es frecuente referirse a las calles o plazas añadiendo indicaciones
del tipo: "De donde fue", "ve hacia el lago", "del
nuevo", "hacia abajo", "hacia arriba", "sigue
recto y dobla a la derecha". (Ver en la imagen la calle "Hacia
Estatua de Montoya"). Los habitantes han tenido que ingeniárselas para
moverse en una urbe desordenada y con calles sin identidad. Calles invisibles.
Y aunque no existe una guía exacta que
permita moverse con facilidad en la ciudad, dominar los puntos de referencia
que se usan desde cuando Managua era una villa indígena puede ser una buena
fórmula. Sepa que “arriba” indica al Este, donde se pone el Sol; y “abajo” se
refiere al Oeste, que es donde se oculta.
“Es
parte de nuestra idiosincrasia. Y si mañana se estableciera un sistema de
nomenclatura para identificar las calles, casas y avenidas, creo que no
funcionaría. Para nosotros siempre será desde donde está aquella piedra tantas
cuadras para tal lado, y si llegan a quitar la piedra, diremos donde estuvo la
piedra tanto cuadras….”, afirma sonriente Juan Vargas, un sesentón,
conductor de un viejo taxi que circula de día en una de las congestionadas
avenidas de la capital.
Lleva más de 40 años como taxista.
Comenzó de chaval y asegura que no hay día en que no se pierda buscando la
dirección de un pasajero. Vargas cuenta que su peor pesadilla es cuando se
adentra en los suburbios que han empezado a crecer a lo largo y ancho de la
ciudad. En estos sitios, que son aglomeraciones de caseríos, los puntos
de referencia son generalmente desconocidos y eso impide llegar al
destino final de un pasajero.
Un árbol milenario, un restaurante de
antaño, una antigua estación de ferrocarril, un semáforo, una plaza
revolucionaria, un bar, los restos de un monumento, el nombre de una pulpería,
el color de una casa, una antigua catedral o un viejo seminario sacerdotal,
todo vale en Managua a la hora de llegar a un sitio determinado. La memoria fotográfica
también.
Son pocas las principales avenidas que a
lo largo del tiempo han tomado nombre. Y las que hoy tienen identidad, no es
porque la municipalidad así lo haya decidido de forma oficial. No. Hay
travesías que llevan denominaciones porque han sido escenario de algún hecho o
momento que ha dejado huella en la memoria de los managüenses. La pista Jean
Paul Genie es una de ellas. En 1990, un 28 de octubre, un joven fue acribillado
en esta vía por los escoltas de una caravana que encabezaba el hermano del
actual presidente de Nicaragua. Hoy la avenida es conocida por todos con el
nombre del joven asesinado.
Hay otras a las que se les ha puesto
nombres de meses o fechas conmemorativas, como la 27 de mayo, la 15 de
septiembre o la antigua avenida Bolívar. Y aunque no lo parezca, estas calles
sufren de metamorfosis. Hoy tienen un nombre de referencia y mañana pueden
aparecer con otro.Todo depende del estado de ánimo del Gobierno de turno, que
generalmente intenta perpetuar su estilo político, cambiando los nombres de las
principales vías públicas o edificios populares.
Y peor aún es que la ciudad no tiene
centro, situación que complica aún más la movilidad. Es por eso que dominar,
además de los puntos cardinales, los lugares de referencia, puede facilitar a
cualquier persona llegar a tiempo a su destino final, sin dar muchas vueltas.
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